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El gran heredero

Si te sientes menos en algún sentido, si estás deprimido o tienes la sensación de que tu vida vale poco, además de todo lo que puedas estar pensando y haciendo para salir de ahí, prueba también a pensar esto: eres el punto final, la culminación de los sueños y esperanzas de cientos de generaciones, si no miles.

El impulso de tener hijos es una mezcla de muchas cosas, y la motivación fundamental puede cambiar según los tiempos y las culturas. Pero hay algo muy interesante que de algún modo está inmanente, y es el anhelo de que el hijo de algún modo prospere, sea feliz, añada algo a la generación de los padres y los abuelos.

Naturalmente, esto puede ser un lastre, sobre todo si el hijo sufrió la carga de unas expectativas. Además, el hijo puede contener en la memoria de su ADN lo mejor y lo menos sano de sus ancestros, lo cual no siempre va a jugar a su favor. Pero más allá de todo esto, dicho hijo es el heredero de unas esperanzas, así como el fruto y logro máximo de todo lo que se gestó previamente. En parte, todo lo que trabajaron y se esforzaron todos los miles de personas que nos precedieron como ancestros fue para darnos la mejor vida posible a nosotros. Este solo hecho merece que les demos las gracias y que no nos permitamos deprimirnos, sino plantearnos cómo vamos a ser unos dignos herederos de todo lo que han hecho por nosotros

Tal vez nosotros también tengamos hijos y la cadena vaya a seguir. Pero ¿depositaremos en ellos la esperanza de algo que no seamos capaces de lograr por nosotros mismos? Como no podemos responder por nuestros hijos y descendientes, podemos asumir la responsabilidad de constituir por nosotros mismos los mejores frutos posibles, una especie de punto culminante que dé sentido no solo a nuestras vidas sino también, en cierto sentido (solo en cierto sentido, porque desde otro punto de vista toda vida es plena en sí misma), a todas las vidas que nos precedieron.

Un avance importante en conciencia que tengamos, una comprensión fundamental sobre el sentido de la vida, una intuición especial que contenga el brillo de otro mundo, constituye un logro de toda una línea dinástica. Ciertamente en la cultura occidental no tenemos mucha tendencia a ir pensando en nuestros antepasados, pero en culturas más conectadas se les tiene muy presentes y se les honra; no conciben una separación entre ellos y nosotros. Solo con que uno de ellos hubiese fallado, nosotros no estaríamos aquí, o no de la misma manera. Es interesante tomar conciencia del hilo de la existencia que lo conecta todo. Y es interesante que nos planteemos qué respuestas daríamos a nuestros antepasados, qué comprensiones les aportaríamos desde su futuro. En este momento, a la espera de más futuros, constituiríamos su punto de referencia máximo. ¿Cómo podemos honrar este rol, autodignificarnos como el fruto bienamado de su búsqueda de prosperidad y sentido? De hecho, nosotros mismos podríamos ser la reencarnación de algunos de estos antepasados; en este caso, si decidimos volver a encarnar fue para seguir evolucionando en conciencia y ganar algo nuevo en relación con lo que dejamos de hacer o comprender en esas otras existencias.

Entre nuestros antepasados, probablemente muchos murieron en guerras o conflictos que acabaron por dar lugar a un territorio donde ahora podemos vivir relativamente a gusto. Este es otro aspecto sobre el que vale la pena reflexionar y que cabe honrar. «Nos hacemos a nosotros mismos», pero muchos tuvieron que esforzarse antes para que nosotros tengamos ahora la posibilidad.

Tú eres el gran heredero, la gran heredera de la historia. Levanta la cabeza y decide tu próximo paso.